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Admiración y respeto por los hijos de Bolívar

Admiración y respeto por los hijos de Bolívar Nancy Josefina es una mujer de su pueblo, tanto como de su familia. Con 55 años de edad no la detiene el cansancio, cuando le queda algo pendiente a favor de los suyos. No importa si es allí, atendiendo una brigada médica que trae salud, conocimientos y calidad de vida para su pueblo, o aquí, combatiendo por el Callejón de Los Compadres, para que su barrio tenga mejores condiciones, para urbanizarlo, para que se desarrolle. Por encima de comentarios infundados que echan a rodar sus detractores, de malas interpretaciones y hasta de malas intenciones, se impone su voluntad de aportar a la causa y a la obra de la que todos se benefician.

¿Qué decir de la manera como trata a los médicos? Algunos dicen que la sienten como una segunda madre, en su segunda patria. Atiende sus inquietudes, los mima, les brinda todo el cariño y el amor maternal del que es portadora, sin que falte el oportuno llamado de atención cuando algo no va por el mejor camino. Ella se siente tutora y responsable de esos galenos que dejaron sus seres queridos en tierras distantes, del otro lado del mar, para contribuir al noble empeño de los venezolanos, que es el sueño de toda Latinoamérica.

Es una más, entre los que luchan y se desviven por ver su pueblo crecer y avanzar.

Crecer hacia un ser humano mejor, con sentimientos de hermandad, con buen comportamiento social, con mayor calidad de vida; que quiera, cuide y atienda su familia, sus amigos, sus vecinos, sus compañeros de trabajo; que ame a sus semejantes, que contribuya conscientemente al desarrollo social.

Avanzar hacia una forma de convivencia social más justa, más organizada, con mayor equidad, donde lo más importante no sea el dinero, la riqueza material; donde la prioridad, el centro, lo primero sea el propio ser humano, con sus virtudes y defectos, sus valores, con sus posibilidades, necesidades y carencias.

Con claridad se aprecia la esencia: Trabajar por el perfeccionamiento del ser humano y de la sociedad, con plena convicción de que un mundo mejor es posible.

Es que Josefina, como muchos otros, conoció de falsas promesas, del desamparo, el olvido y el abandono que sufrieron varias generaciones de sus coterráneos desposeídos, en medio de un sistema donde predominan las leyes ciegas del dinero y el mercado, donde importa más el precio a pagar por una atención primaria que la salud de un niño o el estado de una embarazada, un anciano o un impedido físico.

Son muchos los que, como Nancy Josefina, abrazan el noble y humano proyecto de cambiar todo lo que sea necesario para avanzar hacia ese mundo mejor, pero esa es obra de gigantes, de titanes; y hará, en su momento, que toda Latinoamérica sienta admiración y respeto por los hijos de Bolívar.

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